Capítulo
2
No era el lugar más alegre de Corregidor pero sin
lugar a dudas era un lugar bastante peculiar, una gran cabina para fumar que
hacía de bar de juegos de azar, con al menos un par de siglos de nostalgia. El
lugar era algo amplio, contaba con una barra y unas seis mesas cuadradas de plástico
blanco con hasta cuatro sillas que hacían juego con ellas; todas con la firma
de una vieja cervecería latina de colores azul y dorado.
El humo no se disipaba rápidamente pero eso no parecía
molestar a los que se encontraban dentro, en su mayoría ancianos.
La música vieja de un cantante ya hace tiempo olvidado
en la mayoría de la esfera humana sonaba en una vieja máquina de discos, al
compás de las fichas de dominó que circulaban en una de las mesas de la
esquina.
Qué triste luce
todo sin ti, los mares de las playas se van, se tiñen los colores de gris, hoy
todo es soledad…
En aquella mesa se encontraban cuatro personas
jugando. Dos de ellos ya eran personas mayores, o al menos eso era lo que su
cuerpo reflejaba; quizás unos ochenta años. El tercero parecía tener
aproximadamente unos cincuenta años, el rostro era algo sombrío y uno de sus
brazos era una vieja prótesis robótica. El hombre restante aparentaba rondar los
treinta años.
Hoy quiero
saborear mi dolor, no pido compasión ni piedad…
Por la puerta entró un hombre delgado de cabello chino
y piel oscura, sin prestar mucha atención a la gente del lugar se dirigió a la
barra.
― ¿Juan?
El sujeto detrás de la barra miró fijamente al hombre
sin dejar de limpiar el vaso que sostenía en sus manos. Tras esperar unos segundos, el sujeto de tez
oscura mostró una identificación a través del proyector holográfico de su
brazo: Joaquín Ondoa, Comando Jurisdiccional de Corregidor. El hombre
miró lentamente la identificación y volteó su mirada de nueva cuenta al vaso parecía
jamás iba a terminar de limpiar. Dejó el trapo gris sobre la barra y miró el
vaso por unos instantes para después acomodarlo debajo de la barra, tras
prender un cigarrillo y recargar el rostro sobre su palma derecha, señaló la
mesa de la esquina con el rostro.
― Gracias.
…he podido
ayudarme a vivir…
Joaquín Ondoa caminó en dirección a la mesa con paso
firme y se detuvo a unos escasos pasos de distancia del sujeto con la prótesis
robótica.
― ¿Juan Pérez? ―preguntó.
El sujeto con la prótesis dirigió su mirada aquél
sujeto mientras movía lentamente su mano hacia la funda de pistola que tenía
ajustada en su pierna derecha.
― Tranquilo Rodríguez –dijo el hombre que aparentaba
ser más joven― es un escuincle de Sarmiento. ― ¿Es él quién me busca, niño?
La voz provino del sujeto que aparentaba ser el más
joven de todos. Espero una respuesta por parte del sujeto que había preguntado
por él sin despegar su mirada de las fichas de dominó que se encontraban sobre
la mesa.
― Tiene una misión.
― Por eso no me gusta jugar contigo Pérez ―le echó en
cara, Rodríguez.
― No te preocupes, esto ya está resuelto ― dijo Juan
Pérez mientras colocaba su penúltima en la mesa de juego, ficha con la cual dicho
sea de paso, se cerraba el juego. Antes de levantarse, puso a girar su última
ficha sobre la mesa y tras darle unas palmadas en el hombro le dirigió una
sonrisa. ―Tú pagas Rodríguez.
Mientras
Juan caminaba junto al agente de Sarmiento, el retirado veterano de los
Wildcats estiró la mano para mirar la ficha que había dejado Juan girando sobre
la mesa: la mula güera. Hideput… ―le susurró Rodríguez.
Lamento sacarte de tu descanso ―le dijo el oficial de inteligencia
al entrar a la oficina―, pero tenemos algo para ti.
Por un momento Juan pensó hacer una broma al respecto
pero decidió no hacerlo, no estaba con ganas de andar bromeando. Abrió el sobre
frente a él y leyó el código del archivo, los datos de la misión se descargaron
a su petaca y comenzó a leer rápidamente.
― Así que vamos al cinturón…
―Ya conoce el procedimiento ―interrumpió el oficial―,
así que puede retirarse.
Sin decir más se dirigió a la puerta y destruyó el
papel en la incineradora que se encontraba a un costado de la misma, abrió la
puerta y salió de la oficina. Salía ese mismo día a las 21:00 horas, horario de
Corregidor. Solamente faltaban un par de horas antes de salir pero no había
razón alguna para ir a perder el tiempo en algún lado así que salió de los
cuarteles de Mando y se dirigió directamente al hangar.
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