Pensar en lo que los demás piensan es un comportamiento curioso, sin sentido y bastante común en los seres humanos. Desde una simple manera de matar el tiempo hasta un vicio adictivo derivado de la curiosidad nata del ser humano, sus razones son variadas y las circunstancias en las que sucede este pueden ser igual de variopintas. Lo que es cierto, si no se atina al pensamiento de aquella persona, todo ha sido una pérdida de tiempo.
No era el antro de más mala muerte de la ciudad, pero si era un reconocido lugar de perdición, una tapadera que una de las tríadas locales mantenía para sus actividades ilícitas en Fuyan. La música electrónica a un volumen bastante alto en conjunto con la baja iluminación alternada con los flashes de luces y láseres de colores rosa, verde y morado, propiciaban las condiciones perfectas para cualquier tipo de negocio, atraco o perversión. La peculiar construcción del edificio con efectos semejantes a una avanzada jaula de Faraday, la red cifrada interior –que tenía un costo, por supuesto- y la vista gorda de los matones de la triada siempre y cuando se pagara la cuota correspondiente, eran obviamente solo un plus.