El ruido de unos golpecitos le hizo salir de sus
recuerdos. Lentamente levantó la mirada y vio a Sharik del otro lado del
cristal. Le agitó la mano a manera de saludo o despedida y salió del cuarto.
Juan solamente asintió con la cabeza.
Tras unos quince minutos, la doctora le indicó que
comenzarían el procedimiento de drenado del tanque para regresarle al mundo de
los vivos. Juan solamente asintió con un leve movimiento de cabeza.
Conforme la SLRCP disminuyó dentro del tanque, su
cuerpo comenzó a bajar lentamente hasta que sus pies sintieron el tibio fondo
del tanque. Dado que aún tenía el apoyo de la sustancia líquida, sus piernas
tardaron varios segundos en comenzar a sentir el peso de su cuerpo. Cuando
finalmente la sustancia quedó drenada por completo, quedando unos escasos
charcos en el fondo del tanque, tuvo que apoyarse con un brazo en la parte
frontal del tanque hasta que, lentamente bajó en una sentadilla muy lenta.
Quedó unos instantes en cuclillas y tras contar mentalmente hasta diez volvió a
subir.
Miró a la Doctora a través del tanque, levantó su
brazo derecho cerrando el puño pero levantando el pulgar. Acto seguido, la
mascarilla de respiración se aflojo y pudo quitársela con sus propias manos.
De la parte trasera del tanque sea abrió una
especie de puerta y Juan sintió una ráfaga de aire entrar dentro de sus
pulmones.
-Sigues usando el mismo perfume, Romina? –dijo Juan
al salir del tanque.
En la sala se encontraban cuatro personas además de
él. Un elemento de seguridad provisto por Tunguska, un Grenzer que se mantenía
firme a un lado de la puerta por donde había visto salir a Sharik, y tres
doctores con batas blancas. La más alta de entre los tres, una mujer de
ascendencia rusa con una cabellera rubia y unos ojos claros penetrantes le
contestó sin mover la mirada de las pantallas de datos que observaba con sus
colegas.
-Y tú sigues costándonos mucho dinero, ¿No lo crees
querido?
Romina hablaba un perfecto español, su acento era
casi nativo. Había nacido en Tunguska pero ya llevaba varios años trabajando en
Corregidor, específicamente en todo lo relacionado con tecnología de resurrección.
Cuando Juan salió completamente del tanque, la otra
doctora miró hacia donde se encontraba Juan y rápidamente aparto la mirada.
-Ha…hay un ca…cambio de ropa justo ahí- dijo
tambaleante mientras señalaba con la mano hacia un mesa que se encontraba cerca
del tanque.
Su compañero, un hombre de tez bastante oscura
soltó una pequeña risa. Juan se acercó a la ropa y comenzó a vestirse.
-Gracias por corregir el problema de la vez pasada
Doc, tenerlo tan grande me estaba causando muchos problemas con las chicas.
La joven doctora de tez morena parecía ahora un
jitomate.
-Dirás tan “pequeña” Juan, te hemos dado una
ayudadita para que no baje tu orgullo de macho- le contestó Romina.
- Venga Doctora, cuando quiera le puedo enseñar mi
orgullo de macho.-Contestó Juan mientras termina de vestirse con la ropa
militar que le habían asignado. Todo parecía estar nuevo con excepción de las
botas. – ¡Gracias por el detalle Doc! –Dijo mientras levantaba las botas antes
de ponérselas.
- Agradécele a Sharik cuando lo veas, -contestó Romina,
finalmente levantando la mirada del monitor- sobre las botas y sobre esta vida
pues si no fuera por él, ahorita estarías en algún laboratorio remoto de
PanOceania. Y sobre tu orgullo, no gracias ya sabes que tengo tus mismas
preferencias.
- Bueno, ya sabes dónde encontrarme si cambia de
opinión.
Cuando Juan terminó de ajustarse sus botas, la
doctora Romina se acercó y le presentó a la nueva chica del laboratorio. La
Doctora Hernández había terminado su preparación en Tunguska y había regresado
para apoyar a la Doctora Romina.
-¿Tú no me saludas Usabi?
El Doctor Usabi se levantó de su asiento y se
acercó a Juan.
-Preferiría que nos visitaras por la puerta de
acceso y caminando que por la puerta trasera en un saco, te va a cagar Zakalwe.
–Terminó de hablar y estrechó con fuerza la mano de Juan.
-Ni me lo recuerdes.
-¿Alguna novedad o problema que tenga que tener en
cuenta fuera de la reducción? –mientras decía la última palabra miró a la
Doctora Romina y le guiño el ojo. Seguía aún bastante roja y solo pudo apartar
la mirada hacia su monitor.
-Todo normal pero recuerda cualquier problema que
tengas, avísanos de inmediato.
-Esperando que no sean otra vez, varios perdigones
de escopeta… - agregó Usabi.
Tomó el resto de sus pertenencias de la sala y
salió del laboratorio. Caminó a través del pasillo hasta el área de elevadores,
pulsó el botón y cuando las puertas abrieron dio un paso para atrás, acomodó
sus brazos de manera cruzada detrás de su espalda y levantó la barbilla.
-Juan –dijo una voz dentro de elevador.
-Capitán.
-Entra, tenemos que platicar.
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